LA ARCHIDIOCESIS
El deseo de san Pablo de visitar Hispania expresado en la Epístola a los Romanos 15,24.28, y los comentarios de autores inmediatamente posteriores, como Clemente Romano, el Canon Muratorio, san Jerónimo, san Atanasio, Epifanio, san Juan Crisóstomo, Teodoreto y otros, consolidó la tradición de su visita apostólica, la cual afianzó el convencimiento de que el Apóstol de los gentiles había venido a Tarraco, capital de la Hispania Citerior, que era una ciudad romana muy importante y bien comunicada con Roma.
Sin embargo, la primera referencia documental sobre la Iglesia de Tarragona pertenece al año 259. El 21 de enero de aquel año, el obispo Fructuoso y sus diáconos, Augurio y Eulogio, fueron quemados en el anfiteatro de la ciudad en cumplimiento de los decretos persecutorios de los emperadores Galiano y Valeriano. Las actas de su martirio, unas de las siete consideradas auténticas por la Iglesia, son el primer testimonio escrito sobre el cristianismo peninsular, y presuponen la existencia de una Iglesia bien organizada.
En el año 385 el papa Siricio respondía a las dudas sobre disciplina eclesiástica planteadas por el obispo de Tarragona, Himerio. Era la primera decretal dirigida por un papa a un obispo de la Iglesia latina. El pontífice le ordenaba que hiciera cumplir sus disposiciones no solamente a los obispos de su provincia, sino también a los de las provincias vecinas de Hispania, una función que correspondía al primado (primus inter pares). En el 419 documentamos el obispo Ticiano, el primero que se designó metropolitano. Tarraco se convirtió en la capital de la provincia eclesiástica Tarraconense, que a lo largo del tiempo ha experimentado cambios en el número de diócesis que la integran: Tarragona, Barcelona, Girona, Lleida, Egara-Terrassa, Tortosa, Ampurias, Osona-Vic, Urgell, Menorca, Mallorca, Ibiza, Valencia, Roses, Huesca, Zaragoza, Calahorra, Pamplona, Oca-Burgos, Amaya y Segia -valle del Ebro-, Alesanco o Alisana -la Rioja, Tarazona, Elna y Solsona. Actualmente forman parte de la provincia la archidiócesis de Tarragona y las diócesis de Girona, Lleida, Tortosa, Vic, Urgell y Solsona.
La provincia eclesiástica Tarraconense es la que tiene una colección más extensa de concilios provinciales: 179. El primero conocido se celebró en Zaragoza el año 380, y el último en Tarragona-Sant Cugat del Vallès en 1995. Los concilios fueron suprimidos por el regalismo borbónico (1757), aunque posteriormente hubo diversos intentos de convocatorias (1787-1930). Hay que destacar el de Lleida (1229), en el que se aceptó el Concilio de Laterán (1215); el de Tarragona-Barcelona (1564-1566), el primero de la cristiandad que hizo recepción del Concilio de Trento (1545-63), y el de Tarragona-Sant Cugat (1995), enriquecido con los contenidos del Concilio Vaticano II (1962-1965).
El concilio de 1691 acordó que el arzobispo de Tarragona continuara titulándose primado de las Españas. En 1870, durante el Concilio Vaticano I, el arzobispo de Tarragona se sentó entre los primados. Los arzobispos posteriores siempre se han titulado primados de las Españas o, simplemente, primados.