¿Que és un Año Jubilar?

[…]La celebración de un año jubilar en la Iglesia tiene una tradición cuyo significado encontramos en la Sagrada Escritura. La celebración de los años jubilares se remonta al Pueblo de Israel. Tenía el significado del perdón de Dios, de la renovación de la Alianza, de la conversión de todos al Dios único siempre fiel en el amor, y todo esto se expresaba en la alegría del pueblo, de tal manera que precisamente la palabra jubilar viene de iubilum, que significa alegría y gozo. Es la alegría que viene de la fe, la alegría de saber que Yahvé es nuestro Dios, el Dios de todos y, por lo tanto, el Dios de cada uno. Recuperar este sentido es lo que se ha intentado en los gran¬des jubileos proclamados en los últimos años por el Papa Juan Pablo II, especialmente el del año 2000.

Sin embargo, la celebración del año jubilar cayó en el olvido y dejada de lado. Era preciso esperar al Mesías, e Isaías profetiza que será el Ungido de Dios quien proclamará el año de gracia del Señor. Dice:

El espíritu del Señor está sobre mí,
porque el Señor me ha ungido.
Me ha enviado
para dar la buena nueva a los pobres,
para curar los corazones desgarrados,
y anunciar la liberación a los cautivos,
a los prisioneros la libertad.
Me ha enviado para anunciar
un año de gracia del Señor
y un día de venganza para nuestro Dios;
para consolar a todos los afligidos,
para alegrar a los afligidos de Sión;
para cambiar su ceniza por una corona,
su traje de luto por perfumes de fiesta,
y su abatimiento por cánticos.
Los llamarán encinas del Justo,
plantío glorioso del Señor.

Y, ciertamente, Lucas presenta a Jesús en la sinagoga de Nazaret, apropiándose de las palabras de Isaías: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres; me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y dar vista a los ciegos, a libertar a los oprimidos y a proclamar un año de gracia del Señor.

Dice el evangelio que todos los ojos estaban fijos en él (cf. v. 20). Él trae el año de gracia del Señor. Y, de hecho, desde que el Señor ha resucitado y ha dado el Espíritu Santo, por el Misterio de la Pascua y de Pentecostés, vivimos en el año de gracia del Señor. Es la plenitud de los tiempos, un tiempo de gracia. Es así como el Catecismo de la Iglesia católica expone esta doctrina:
Is 61,1-3. 7 Lc 4,18-19.

El don del Espíritu inaugura un tiempo nuevo en la «dispensación del Misterio»: el tiempo de la Iglesia, durante el cual Cristo se manifiesta, hace presente y comunica su obra de salvación mediante la liturgia de su Iglesia, «hasta que él vuelva».

Los años jubilares expresan esta alianza nueva, este tiempo de salvación.
Deseo que durante este Año Jubilar la Iglesia de Tarragona acoja los dones de la redención de Jesucristo. Si es así, su celebración está plenamente justificada.

Texto extraído de la carta Pastoral “ TARRACO: PAULI ECCLESIA, FRUCTUOSI SEDES”

REFLEXIONES PASTORALES PARA EL AÑO JUBILAR

1. AMBIENTACIÓN

Nuestra Iglesia archidiocesana que camina en Tarragona ha designado que del 21 de enero del 2008 al 21 de enero del 2009 sea Año Jubilar, un período de gracia concedido por el Papa Benedicto XVI en nombre de la Iglesia y a petición del Sr. Arzobispo, Mons. Jaume Pujol Balcells, con el deseo de que nuestras comunidades puedan profundizar en los valores cristianos a partir del obispo Fructuoso y de sus diáconos Augurio y Eulogio, martirizados hace 1.750 años.

2. ¿QUÉ ES UN AÑO SANTO O AÑO JUBILAR?

Un Año Santo se configura como un intenso y universal movimiento de la Iglesia de carácter pastoral y espiritual, personal y comunitario, encaminado a conseguir y verificar un proceso de conversión continua y permanente, que constituye el mensaje fundamental del Evangelio.

Esta celebración no pretende ser interrupción, ni paréntesis artificial, ni distracción evasiva del Plan pastoral diocesano ni de la actividad habitual de las parroquias; al contrario, quiere ser un tiempo fuerte y privilegiado de presencia del Señor, que ayude a revisar, purificar y potenciar la vida de la Iglesia diocesana y de las respectivas comunidades. Los cristianos hemos de celebrar los años santos sabiendo que la razón de la Iglesia es actuar como fermento y alma de la sociedad, que debe renovarse en Cristo y transformarse en familia de Dios ( cf. Gaudium et spes, 40). Creemos que la celebración del Año Jubilar al que estamos convocados es una respuesta adecuada para esta hora en la que se nos exige una renovación espiritual profunda para ser más eficazmente sacramento o signo de la íntima unión con Dios y de unidad de todos los hombres.

3. ¿CADA CUÁNDO SE CELEBRA UN AÑO SANTO?

En la historia de la Iglesia el primer Año Santo fue instituido por el Papa Bonifacio VIII en el año 1300. En 1343, el Papa Clemente VI determinó que los años santos se celebrarían cada 50 años. Más tarde el Papa Pablo II, en el año 1470, estableció que el año santo sería cada 25 años, para que todos tuvieran la oportunidad de vivir al menos un año santo en su vida, y así ha continuado hasta la fecha.

Además de los años santos cada 25 años, en ocasiones especiales, un Papa puede proclamar un año santo extraordinario o especial. Primero, el Año Santo se celebraba en Roma, y de allí se extendían sus frutos a las demás diócesis del mundo. Luego, el Santo Padre quiso destacar la importancia de las Iglesias locales y el hecho que la renovación de la Iglesia universal deba comenzar desde la base celebrándolos a nivel de Iglesia local.

4. ¿QUÉ SE BUSCA EN UN AÑO JUBILAR?

a) Una profunda reflexión de toda la Iglesia. Se trata de hacer un examen concreto de nuestra vida diaria para preguntarnos si somos verdaderos cristianos, siguiendo la exhortación del apóstol san Pablo: “Si alguien cree ser de Cristo, reflexione una vez más dentro de sí mismo” (2 Co 10, 7).

b) Una ocasión propicia para que la Iglesia se interrogue sobre su fidelidad al Concilio Vaticano II y a la recepción que se hizo en el concilio provincial Tarraconense de 1995. Será necesario, quizás, aprender a vivirlos íntegramente de nuevo, como expresión concreta de nuestra fidelidad al Señor.

c) Es un estímulo para la nueva evangelización o reevangelización de la Iglesia en Tarragona. Juntamente con el Plan pastoral diocesano nos invita a preguntarnos: ¿Qué hemos de hacer para cambiar?

d) Es un tiempo de renovación o conversión, que implica necesariamente dos manifestaciones: arrepentimiento como consecuencia de haber tomado conciencia de nuestra condición de pecadores y un retorno a Dios. Tenemos que destruir los ídolos que hemos puesto en lugar de Dios.

e) Es un tiempo de celebración renovada de nuestra vivencia eucarística y penitencial. Estos sacramentos han de alimentar y transformar nuestra vida de creyentes.

f) Tiempo de amar y contemplar más profundamente a nuestros mártires.

g) Tiempo de sentirnos anclados en una tradición viva en nuestra Iglesia de Tarragona, de redescubrir y apreciar nuestros valores cristianos a partir del martirio del obispo Fructuoso y de sus diáconos Augurio y Eulogio.

5. SIGNOS DEL AÑO JUBILAR

a) La peregrinación. Durante este año 2008 nuestra Iglesia peregrinará a la Catedral, a la capilla de San Pablo y a la capilla mayor del Seminario, al anfiteatro y a la necrópolis. No se trata de un viaje turístico o folklórico. Peregrinar es caminar con Cristo y buscarlo; salir al encuentro de nuestros hermanos, con quienes compartimos la fe y la esperanza. Este año nos hemos de preguntar: ¿Dónde estamos? ¿Qué debemos cambiar? ¿Cuál es nuestro sentido eclesial? ¿ Dónde ponemos nuestra esperanza?

Peregrinar parte de una actitud de vigilancia, de preparación interior a la conversión del corazón. Ayudados por la vigilancia, el ayuno y la plegaria caminaremos más seguros hacia nuestra “patria definitiva”.

Un modelo de peregrinos son los discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 13-25). Van caminando sin norte, ofuscados por la incredulidad. Cristo resucitado peregrina con ellos y los convierte en peregrinos de la esperanza. Presentamos nuestra Iglesia diocesana y nuestra vida a la luz de la Palabra y en la fracción del Pan para convertirnos así en testimonios de la resurrección.

b) La indulgencia plenaria consiste en la reconciliación o perdón abundante y generoso, derramado sobre los que se convierten e imploran la remisión total de sus culpas y la restauración de sus vidas y personas. Permanecen en el pecador reconciliado algunas consecuencias del pecado, que necesitan curación y purificación. En este ámbito adquiere relevancia la indulgencia, que nos ayuda a cicatrizar definitivamente las heridas del pecado y nos libera de lo que llamamos pena temporal. La purificación de esta pena temporal nos abre a la comunión con Dios, con los hermanos y con nosotros mismos.

Las indulgencias nos enseñan que cada uno de nosotros puede ayudar mucho a los otros, vivos y difuntos, para estar unidos al Padre.

La indulgencia se puede recibir según las condiciones acostumbradas:

-Confesar y comulgar, el mismo día o unos cuantos días antes o después, y rezar por las intenciones del santo Padre.

-Peregrinar, ya sea comunitariamente o individualmente, a la Santa Iglesia Catedral de Tarragona, o al anfiteatro o al Seminario, ya sea a la capilla de San Pablo o bien a la capilla mayor, y allí participar en un acto jubilar o bien individualmente dedicar un tiempo a la plegaria, recitar el padrenuestro, el credo, invocar a santa María y encomendarse a la intercesión de los santos mártires Fructuoso, Augurio y Eulogio.

Una buena forma o disposición personal sería abandonar cosas superfluas en beneficio de los pobres, dedicar parte de nuestro tiempo en actividades por los demás, etc.

c) Purificación de la memoria. El Año Santo es una llamada también a la conversión de la Iglesia. Todos conocemos acontecimientos que son antitestimonio. De ahí que deba surgir una actitud de renovado testimonio y compromiso cristiano, especialmente gracias al don del Jubileo de San Fructuoso.

d) La caridad que nos abre los ojos ante las nuevas pobrezas. Debemos de crear una nueva cultura de solidaridad entre nuestras comunidades locales e internacionales.

e) La memoria de los que siguieron la cruz hasta las últimas consecuencias,
especialmente los mártires, que han hecho de la cruz el sentido de su vida demostrándonos la verdad de la fe y ayudándonos a permanecer firmes en el testimonio.

6. CONCLUSIÓN

El Año Jubilar deberá ser como un momento profético, un despertar, una maduración cristiana, un renovar las energías espirituales y morales de la Iglesia, y como consecuencia, la de los fieles de la sociedad catalana.

Para ellos os invitamos cordialmente a meditar con frecuencia y profundidad la Palabra de Dios; a revalorizar el sacramento de la Penitencia.

Finalmente, hemos de mirar a la Madre de Dios, confiar más en Ella, conocerla mejor como modelo de vida cristiana y Madre de nuestra reconciliación.

Confiados en la gracia salvadora del Señor Jesús auguramos con este Año Jubilar un año de impulso en la vivencia cristiana de todos los católicos que hemos respondido al Señor cuando nos dice: “Si alguien quiere venir en pos de mí […] tome su cruz y sígame” (Mt 16, 24).

Adaptación de una catequesis del Arzobispado de Oviedo sobre el Año Santo de la Cruz, Guía del peregrino, p. 13-16.