UNA JORNADA JUBILAR DIOCESANA PARA EL RECUERDO

UNA JORNADA JUBILAR DIOCESANA PARA EL RECUERDO

«Cerca de dos mil personas asistieron a un acto emotivo y memorable». Así se podría resumir, en pocas palabras, lo que se vivió en la seo tarraconense el domingo 26 de octubre con motivo de la Jornada jubilar diocesana, uno de los momentos culminantes del Año Jubilar con motivo del 1750 aniversario del martirio de San Fructuoso, obispo de Tarragona, y San Augurio y San Eulogio, diáconos.

Fue una ocasión casi irrepetible y sin precedentes donde se rindió homenaje a los santos y beatos que son venerados en las 200 parroquias de nuestra Archidiócesis. Homenaje que se materializó en la presencia de 61 relicarios, 13 cuadros, 4 imágenes, dos banderas, una foto, un mural y una cruz.

La práctica totalidad de todos los presbíteros y diáconos de la Archidiócesis se hicieron presentes en una ceremonia que presidió el Señor Arzobispo y en la que participaron casi 2.000 fieles, entre ls que se encontraban también los peregrinos del Arciprestazgo del Anoia (muchos “foulards” azules) y otros a título individual (mucho pañuelo rojo), quienes se sumaron a la celebración diocesana.

La memoria de los santos y beatos

El canto de la asamblea lo sostuvo el coro y orquesta de los Amigos de la Catedral, dirigidos por Mn. Miquel Barbarà, con el refuerzo de corales y cantores de las parroquias de Santa María de Vila-rodona, de Sant Pere de Riudecols, de Sant Pere de Cambrils, de Sant Pau de Tarragona y de Santa Maria de Guimerà. En el ofertorio, estrenaron el «Himno a San Fructuoso», con letra y música de Mn. Joan Águila y orquestación de Mn. Miquel Barbarà.

El acto comenzó con una procesión —que se organizó en el claustro de la seo— con todos los trofeos y símbolos de aquellos que fueron testigos de la fe y que son para los fieles del siglo XXI ayuda y ejemplo de fidelidad a Cristo . La procesión la encabezaban doce jóvenes, vestidos de blanco, portadores de palmas, simbolizando la muchedumbre de gente de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas, salvadas por la sangre del Cordero (Ap 7,9-17). Cuatro jóvenes portadores de antorchas simbolizaban a los evangelistas, los cuatro vivientes que rodean a la Palabra (Ap 4,7-8). Después, venía la cruz que -como dijo el lector-hoy «es preciosa más que ninguna; tallada en madera por las manos de Mn. Jeroni Fàbregas, vicario de Vilabella, durante el tiempo de persecución, quien pereciera en Enero del 1939, dando testimonio de Jesucristo «. A continuación marchaba el icono de Santa María, Reina de todos los Santos, «que preside la peregrinación de Dios y asunta al cielo, resplandeciente como un faro de esperanza», a la que seguían «el memorial de nuestros santos y santas, de nuestros bienaventurados y bienaventuradas, hermanos nuestros, intercesores nuestros de toda nuestra geografía eclesial «.

Alternando con el canto de la letanía de los santos, que dirigía el Sr. Jordi Guàrdia, el lector —Mn. Joaquín Gras, delegado diocesano de las Causas de los Santos— iba explicando, uno a uno, de quien era la reliquia o símbolo que era mostrado en triunfo por su portante y dónde era invocado, a menudo en más de una parroquia.

Los relicarios, cuadros, imágenes y otros símbolos eran agrupados por su pertenencia al Santoral de la Iglesia universal y según los órdenes de los Santos apóstoles y evangelistas; de los Mártires; los Santos Pastores; de las Vírgenes; y de los Confesores, y también por los del Santoral propio de la Iglesia de Tarragona, conjuntados por las mismas órdenes.

A medida que los trofeos de santidad eran presentados a la asamblea, los relicarios eran depositados al pie del altar y los cuadros y los demás símbolos fueron ubicados en un lugar preferente, a la izquierda del presbiterio. Los portadores tenían asiento reservado al pie del retablo mayor, lo que hizo variar la habitual colocación del coro y de la orquesta, los cuales, en esta ocasión, se situaron en el crucero, ante la puerta de la capilla del Santísimo Sacramento.

La eucaristía

Terminada la letanía, después de que el Señor Arzobispo incensara el altar y se cantara el Gloria, la celebración eucarística siguió como es habitual.

En su homilía, Mons. Jaume Pujol, flanqueado por Mn. Francesc Gallart, decano del Capítulo de la Catedral, y por Mn. Joan Anton Cedó, vicario episcopal de Tarragona, comenzó diciendo que «de todas las celebraciones del año jubilar ésta de hoy será entrañable y memorable. Venimos de la playa y del mar, de todos los arciprestazgos de esta Archidiócesis. Y estamos en la Catedral Primada, que es como la casa solariega, como la casa de todos. Hemos venido para celebrar la memoria de los siervos de Dios. La gran entrada, con las reliquias y las evocaciones de nuestros santos, ha sido impresionante y solemne. Somos pueblo de Dios que avanza. Otros han hecho el camino, antes que nosotros, y otros, por la misericordia de Dios, vendrán detrás nuestro. »

Más adelante dijo que «es así que hoy celebramos la fiesta de todos los Santos de la Iglesia de Tarragona. El poeta latino Prudencio en un bello verso dice que “la Iglesia de Tarragona es Madre de santos”. Con la evocación de tantos nombres a través de la historia queda patente como la gracia de Cristo es eficaz y es capaz de transformar el corazón de hombres y mujeres en cada tiempo y hacerlos hijos e hijas de Dios, que han dado con su vida admirable testimonio del evangelio, llegando algunos hasta el derramamiento de su sangre. De hecho, han vivido el mandamiento del amor: «Amarás al Señor tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todo el pensamiento»!”, para añadir luego que «La historia de la santidad de nuestra iglesia, es una historia de amor. »

El Señor Arzobispo indicó también que «La santidad de los fieles de la Iglesia de Tarragona tiene un primer referente en el martirio de San Fructuoso y de sus diáconos. La memoria de su martirio este año está llena de la gracia del Año Jubilar. Un primer referente, he dicho, pues la santidad cristiana ha dado fruto martirial hasta nuestros días.» Igualmente, en otro momento de su intervención, hizo esta reflexión: «Los santos mártires, a través de las Actas de su martirio, vienen a nosotros predicando la Palabra de Dios, y nos dicen: Animáos, haced memoria del Espíritu que habéis recibido y sed testigos alegres de la Resurrección del Cristo. ¡No podemos permanecer postrados, como añorando vete a saber qué! ¡Tenemos que levantarnos con la ayuda de la gracia y vivir la fe con renovada fuerza! » Y, acto seguido, se hizo esta pregunta:» ¿Qué quiere decir esto?. Que tenemos que vencer la tentación del desánimo y, en cambio, nos debemos dejar llevar por todo aquello que el Espíritu de Dios inspira, por este Espíritu que crea siempre vida nueva, que engendra savia nueva en la Iglesia, y le dice: «¡Libérate! ¡Déjate llevar por mí».

Después, señalando el gran número de relicarios que había al pie del altar, Mons. Pujol dijo: «Tenemos hoy aquí alrededor del altar reliquias, banderas, cuadros … Hemos nombrado a todos nuestros santos y beatos venerados en nuestra Archidiócesis. Pero estos nombres sólo son unos pocos y no tienen proporción con la multitud inmensa de hombres y mujeres de nuestra diócesis que el Señor ha glorificado. Son nuestros padres y familiares que se han dormido en el Señor y que viven en el Reino. Son tantos cristianos, bautizados en nuestras parroquias, que en este mundo han amado a Dios sobre todas las cosas y han intentado amar a los hermanos. Y así lo han enseñado a sus hijos. La memoria de los cuales va borrando la historia, pero que no son olvidados por Dios, que les ha glorificado. »
El Señor Arzobispo terminó su homilía pidiendo que los santos «intercedan siempre por nosotros. Y que nosotros busquemos en todo ser santos. Dejemos que el Espíritu Santo nos santifique. Regresad a casa con el corazón renovado y con la voluntad de seguir al Cristo. Nadie es santo sólo para si mismo, es necesario que nos dejemos santificar por el Espíritu. Los sacramentos son la fuente de la santidad. Los santos son la flor y el fruto de la Pascua, seámoslo también nosotros.

Una celebración muy emotiva

Después, la celebración siguió con unas conmovedoras sensaciones de devoción y de emoción que la hicieron singularmente participada por una multitud que pocos esperaban fuera tan numerosa. La alegría se palpaba en el ambiente y los cantos se elevaban, vibrantes y llenos de gozo.

Acabada la ceremonia el Señor Arzobispo saludó personalmente —ya lo había hecho en su homilía— al grupo de peregrinos del Arciprestazgo del Anoia y también a los portadores y a los fieles que habían venido de diversos lugares de la Archidiócesis para acompañar a los recuerdos de sus santos.

Pensando en la pequeña historia

A modo de curiosidad y para la pequeña historia, podemos indicar que se venerar las reliquias de los santos Juan Bautista (de la parroquia de Rodonyà), Andrés (La Selva del Camp), Santiago (Figuerola del Camp y Belianes), Bartolomé ( Montferri y Albinyana), Matías (Montblanc), Marcos (Maspujols), Magdalena (Bonastre), Esteban (Vila-seca), Lorenzo (Llorenç del Penedès y Vila-rodona), Sebastián (Guimerà, el Vilosell y los Omellons), Gaudioso (La Pobla de Cérvoles), Concordia (Nalec), Feliu (Constantí), Cosme y Damián (Vallbona de les Monges), Bonifacio (Vinaixa), Nicasio (El Catllar), Lucía (Arbeca), Bárbara (Vallfogona de Riucorb), Margarita (La Riera de Gaià), Úrsula (Valls), Urcisina (Enseñanza), Cándida (Falset), Victoria (Sant Martí de Maldà), Coloma (Santa Coloma de Queralt), Maria Goretti (Vimbodí), Martín de Tours (Vilaverd ), Antonio Abad (Les Borges del Camp), Francisco de Asís (Tarragona), Antonio de Padua (Altafulla), Roque (Vilabella), Ramón de Peñafort (Masllorenç), Vicente de Paúl (Reus), Aníbal Di Francia (Loreto ), Josemaría Escrivá (Prelatura), Rosalía (Torredembarra), Catalina de Siena (Dominicas), Juana de Lestonac (Enseñanza), Tecla (Catedral), Fructuoso (Catedral), Pedro Armengol (La Guardia dels Prats), Próspero (Catedral) , Bernardo Calbó (Santes Creus), Antonio M. Claret (Claretianos), Enrique de Ossó (Teresianas), Joaquina de Vedruna (Vedruna), y Maria Rosa Molas (Consolación de Reus).

Igualmente fueron llevados a la sede tarraconense los relicarios de los beatos Tomás Capdevila (Maldà), Antonio Perulles (Cornudella), María Calaf (Bonastre), M. Josefa del Río (Vedruna), Rosa Rull (Falset), Buenaventura Gran (Riudoms), Francesc Palau (Carmelitas Misioneras), y Manuel Domingo Sol (Operarios Parroquial).

Los cuadros representaban los santos Lorenzo (La Pobla de Montornès), Pablo (Tarragona), y Fructuoso (Lilla) y los beatos Josep M. Badia (Puigpelat), Alfons Sorribes (Rocafort de Vallbona), Eusebi Forcades (Reus), Antoni Llauradó (Reus), Josep M. Vidal (La Secuita), Antoni M. de Jesús (L´Albi), Andrés Corsini (El Vendrell), Francesc Magí (Mont-roig del Camp), Esperanza de la Cruz (Vila-rodona), Maria del Refugio (Vila-Rodona).
Las imágenes fueron la de la Virgen y los santos José, Miguel Arcángel y Pedro. Por lo que hace con su fotografía se recordó así el beato Pau Bori (El Vilet), mientras la bandera simbolizaba las parroquias de Santa María de Cabra del Camp y de San Juan Bautista de Tarragona. Un mural hizo memoria de la figura del beato Gabriel de la Anunciació (Pla de Santa Maria).