12 DE DICIEMBRE: MISA JUBILAR EN LA FIESTA DE LA VIRGEN DE GUADALUPE «LA VIRGENCITA NO VIENE DE VISITA, SINO PARA QUEDARSE»<

12 DE DICIEMBRE: MISA JUBILAR EN LA FIESTA DE LA VIRGEN DE GUADALUPE «LA VIRGENCITA NO VIENE DE VISITA, SINO PARA QUEDARSE»

El 12 de diciembre de 2008 quedará en los anales de la Catedral de Tarragona como el de la llegada del cuadro de la Virgen de Guadalupe, patrona de México y de las Américas, réplica exacta de lo que se venera en su famoso santuario en tierras mexicanas. Y, como dijo alguien, «la Virgencita no viene de visita, sino para quedarse», dado que se ubicará en una de las capillas de la Catedral tarraconense, para alegría de sus muchísimos devotos.

El comienzo

La Catedral se volvió a llenar como ya es habitual en este Año jubilar dedicado a honrar la memoria de los santos mártires Fructuoso, obispo, y Augurio y Eulogio, diáconos, inmolados en el anfiteatro de la antigua Tárraco hace 1.750 años. En esta ocasión, la mayor parte de las personas que ocupaban la Santa Iglesia Catedral Basílica Metropolitana y Primada procedían de diversos países latinoamericanos. Entre ellas, el Señor Cónsul de los Estados Unidos Mexicanos, quien ocupaba un lugar preferente junto a las autoridades locales que asistieron al acto litúrgico.

La ceremonia comenzó con una procesión que encabezaba la Schola Cantorum dels Amics de la Catedral, cantando el himno a la Virgen de Guadalupe, a la que seguía el gran cuadro con la «Emperatriz», llevado por la señora Grace Reyes —responsable en buena parte del éxito organizativo de la jornada— y el señor Javier Villa «el Jaliciense», cantor, que lucía un traje típico del Estado de Jalisco. Detrás venían los presbíteros y diáconos que precedían al Señor Arzobispo.

La celebración eucarística

La celebración eucarística fue en todo momento muy emotiva. Una emoción que se reflejaba en infinidad de rostros, surcados por las lágrimas. «La Virgencita está aquí» se repetía alguno de los asistentes, como si no se lo acabara de creer y, sí, estaba aquí. Así lo remarcó el Señor Arzobispo en su homilía, en el transcurso de la cual anunció que la Virgen de Guadalupe tendría un lugar de honor en nuestra Seo. Las palabras resultan insuficientes para describir la expresión de alegría que brilló en muchas caras.

La homilía del arzobispo Jaume, con un lenguaje sencillo y profundo al mismo tiempo, fue un canto a la integración. Recordó que no había distinción entre inmigrantes y autóctonos, sino que todos somos hijos de la misma Madre, y dijo que los nuevos tarraconenses no debían renunciar a su cultura, sino enriquecerse con la de la tierra de acogida .

La emoción subió de tono cuando Javier Villa, con su voz potente—el micrófono era más un adorno que una necesidad—, entonó el Ave Maria, de Schubert, ante la Virgen. Ciertamente, la música tuvo un gran protagonismo durante toda la celebración eucarística. A los habituales cantos de la Schola Cantorum dels Amics de la Catedral, dirigidos por mossèn Miquel Barbarà, y a las composiciones que interpreta el organista mossèn Miguel Castillejo, se añadieron en esta ocasión los sonidos del mariachi Semblanza. Posiblemente ese 12 de diciembre fuera la primera vez en la dilatada historia de la Catedral que actuaba este tipo de formación musical en un acto litúrgico. La fusión de las dos culturas se produjo en perfecta armonía, como si la novedad no fuese tal.

La comunión fue un momento particularmente intenso. Además de recibir el Cuerpo de Cristo de manos del Señor Arzobispo o de alguno de presbíteros concelebrants, los fieles aprovechaban la cercanía para mirar de reojo la imagen de la Virgen de Guadalupe. Las lágrimas volvían a rodar por muchas mejillas.

Antes de la bendición final, un detalle simpático: Monseñor Jaume Pujol cambió la mitra por un gran sombrero mexicano. Después, el «mariachi» cantó Las mañanitas, como se hace en México cuando alguien celebra su santo-era el de la «Guadalupana». Al finalizar, todos-y no sólo los fieles de origen latinoamericano-intentaba acercarse a la «Virgencita», a la «Morenita», a la «Emperatriz». Móviles, genuflexions, cámaras, tímidos intentos de tocar la imagen, lágrimas, sonrisas … La devoción popular se había desatado. «¡Mire, es igualita!», Decía una señora a otra. La firma del cardenal Rivera, arzobispo de México, y la de su vicario general certificaba la exactitud del facsímil.

El espectáculo final

Pero aún hubo más. Como al Santuario de Guadalupe los actos religiosos tienen su continuación con actos populares, Tarragona no podía ser menos y, en la misma Catedral, sobre un escenario situado en el interior mismo del templo, ante la puerta principal, se desarrolló un bonito festival folclórico. Los participantes en la misa habían convertido ahora espectadores, formando una especie de círculo alrededor del escenario donde, presentados por el señor Jordi Freixa —responsable de la parte artística de la jornada—, actuaron el «mariachi» Semblanza, el cantor Javier Villa, el grupo de danza México Lindo, y el cantor Rodolfo Murga. Fue un espectáculo lleno de fuerza y color, seguido con entusiasmo por los espectadores que, sin distinción de edades, se dejaron llevar por las airosas y sentidas interpretaciones. Cerró la exhibición el mismo señor Jordi Freixa, quien ofreció una deliciosa selección de canciones latinoamericanas.

Todo el mundo salió contento de la Catedral. Pasando, sentimos que un joven —mientras se frotaba las manos a causa del frío que hacía en el Pla de la Seu— decía a otro: «El próximo no será Año jubilar … ¿Tú crees que harán una fiesta así?» Y el otro chico respondió: » ¿Y por qué no? ¡Claro que sí! »

En cualquier caso, al día siguiente, la prensa se hacía eco de la ceremonia. Diari de Tarragona, por ejemplo, lo publicaba en portada y, en la sección «Barómetro», con signo ascendente, escribía: «Jaume Pujol, arzobispo de Tarragona. La Catedral contará a partir de ahora con una réplica de la Virgen de Guadalupe mexicana, un fiel reflejo de la integración de culturas por parte del Arzobispado «.